En los tiempos que corren estas lesiones (quemaduras por frío) son difíciles de ver en la práctica clínica diaria y únicamente se aprecian en montañeros expuestos a muy bajas temperaturas.
Las congelaciones son lesiones producidas por el frío. La congelación está relacionada con la disminución de la temperatura, pero existen otros factores que la favorecen aún con temperaturas menos frías como la humedad (el frío seco origina pérdida de calor por irradiación; el húmedo, en gran parte, por conducción; por eso se recomienda a las personas que están en clima frío, se cambien de calcetines en cuanto estén mojados por el sudor), el viento, que dispersa el calor del organismo, el cambio brusco de temperatura, que no permite la adaptación vascular, la depresión moral, el hambre, la isquemia, el tabaco que tiene una acción vasoconstrictora por la nicotina, el alcohol, el alcohol que produce una vasodilatación que favorece la pérdida de calor del organismo, la falta de ejercicio muscular (la apatía y el cansancio también la favorecen), el contacto con superficies que roban el calor, la edad y, finalmente la susceptibilidad individual.
Podemos distinguir dos tipos de congelaciones: las congelaciones graves que son las llamadas
congelaciones de tercer y cuarto grado o también conocidas como congelaciones profundas; las congelaciones de tercer grado producen lesión celular irreversible, ampollas muy importantes y dolorosas con color negroazulado de las zonas afectadas mientras que las más serias son las congelaciones de cuarto grado en la que los tejidos por debajo de la piel están afectados. Estas quemaduras se dan en personas expuestas a temperaturas por debajo de 0ºC de forma prolongada (escaladores, excursionistas,
mendigos...); en temperaturas extremas el cuerpo se puede congelar en minutos o, incluso, en segundos; y congelaciones leves que son aquellas en la que los tejidos subyacentes no están afectados; en este tipo de congelaciones la piel se recupera cuando se le proporciona el tratamiento adecuado.
Los síntomas en las congelaciones graves son: insensibilidad de la piel, piel dura y entumecida, piel muy blanca, tejidos ennegrecidos y muertos que pueden llegar a desprenderse y posibilidad de aparición de gangrena. En las leves la piel puede estar pálida seguida de un enrojecimiento secundario (primer grado), hormigueo, quemazón y dolor; en las de segundo grado pueden aparecer flictenas o pequeñas ampollas.
Una congelación de primer grado la constituye los conocidos sabañones o eritema pernio que aparecen en personas jóvenes, generalmente de sexo femenino y en su aparición influte la alternancia calor-frío.
En las congelaciones más intensas pueden aparecer trastornos nerviosos y lesiones óseas. Para prevenir las congelaciones es preciso una buena alimentación, pies y manos bien cubiertas, cambiarse de calcetines cuando estén húmedos y no usar prendas apretadas.
El tratamiento consistirá en la utilización de ropa seca, bebidas calientes, sumergir las zonas afectadas en agua tibia (entre 37 y 38 ºC), no utilizar calor directo, no frotar la piel, aplicar una gasa o una venda en las partes afectadas, colocándola entre los dedos de las manos o los pies, no reventar ninguna ampolla e iniciar la evacuación a un centro sanitario en donde poder llevar a cabo un tratamiento médico adecuado
para prevenir las secuelas y las complicaciones.
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