El Síndrome del Cuidador es un trastorno que se presenta en personas que realizan la labor de cuidador principal de una persona dependiente. Se caracteriza por el agotamiento físico y psíquico. La persona tiene que afrontar de repente una situación nueva para la que no está preparada y que consume todo su tiempo y energía. Se considera producido por el estrés continuado (no por una situación puntual) en una lucha diaria contra la enfermedad, y que puede agotar las reservas físicas y mentales del cuidador.
Alimentar, bañar, asear, gestionar el dinero y las tareas domésticas... La situación, ya de por sí muy difícil, suele complicarse, además, con la progresión de la enfermedad, casi siempre degenerativa y sin vuelta atrás. En muchas ocasiones, las necesidades de cuidados unen a la familia, pero otras muchas es causa de conflicto familiar por falta de consenso en relación a la designación de cuidador oficial y secundarios.
“Cuidar” precisa de una planificación y organización familiar que no siempre es posible por falta de tiempo, implicación, disposición, formación, la situación individual del enfermo, familia, edad del cuidador... por lo que muchas veces es inevitable que se produzcan situaciones difíciles y de sobrecarga del cuidador principal. Una solución pasaría por diversificar el cuidado: centro de día, cuidador personal, familia…que evitase la carga del cuidado sobre los hombros de una sola persona.
Para combatir el “síndrome del cuidador” es muy importante que la persona sea consciente de que
necesita ayuda. Debe concienciarse de que ocuparse de sí mismo y dedicarse un tiempo al día no significa que descuide al enfermo, sino que va a permitir que los cuidados sean más eficaces». No deben marcarse objetivos inalcanzables con respecto al enfermo, ni olvidar que es una enfermedad crónica. Se aconseja poner límites al enfermo, no cediendo a sus demandas, y dejarle realizar las actividades que pueda, para tratar de mantener en el tiempo sus capacidades, aunque lo haga más despacio, o peor. Los cuidadores deben, por tanto, aprender a cuidarse a sí mismos. Deben conectarse con el mundo que les rodea, y pedir ayuda para disponer de tiempos de descanso y tener su propia vida. Buscar momentos para hacer
ejercicio, salir, estar con otras personas... O incluso que buscar momentos, aunque sean pocos, de disfrute con la persona a la que se cuida. Los cuidadores que se cuidan se harán cargo de una manera más positiva de la otra persona. Por el contrario, el que preste cuidados en solitario, sin dedicar atención a la propia salud y bienestar, tendrá efectos negativos también en su bienestar que se reflejarán asimismo en las personas cuidadas.
Recomiendan los psicólogos una serie de claves para intentar prevenir la aparición de este cuadro:
Aceptar los sentimientos ambivalentes hacia el enfermo, incluso reacciones de rechazo hacia su persona; reconocer el agotamiento como parte del largo cuidado que supone la enfermedad; buscar información y reconocer la necesidad de orientación y ayuda; repartir y delegar tareas en otros; aprovechar el tiempo libre para hacer actividades gratificantes, que supongan una desconexión del día a día; cuidarse uno mismo y, finalmente, marcarse objetivos reales, a corto plazo y planificar priorizando.
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