El “corte de digestión” no existe como tal. Popularmente se conoce con esta expresión al síndrome de hidrocución. El síndrome puede darse solo por un reflejo de inmersión extremo, pero la digestión puede favorecer que se desencadene ya que el cerebro recibe menos oxigeno durante este proceso.
Se define hidrocución como la muerte por inmersión en un líquido antes de que éste pase a los pulmones.
Es, por tanto, un síndrome de sumersión-inhibición. Este cuadro clínico se presenta siempre de forma accidental ya que nadíe puede prever cuando se podrán dar las condiciones óptimas para que se produzca. No obstante existen una serie de factores predisponentes a sufrir una hidrocución y estos son: baños de sol prolongados, insolación previa al baño, ejercicio intenso previo al baño, digestiones lentas por alimentación copiosa y falta de acostumbramiento al agua fría.
Se piensa que la muerte por hidrocución se puede producir por un reflejo inhibidor de la respiración y de la circulación, produciendo una vasoconstricción severa al contacto del agua fría con la piel y/o a una estimulación vagal producida por el frio y/o produciendo un espasmo laríngeo o la descarga brusca de histaminas y sustancias afines que den lugar a una arritmia cardiaca o incluso, a un paro cardiaco. En definitiva podemos concluir que la muerte se produce por una anoxia cerebral con o sin alteraciones hidroeléctricas y a una inhibición refleja por estimulo vagal.
El tratamiento de estos pacientes, una vez extraído del agua será realizar una reanimación cardiopulmonar, básica inicialmente y avanzada tan pronto como sea posible, y traslado a un centro sanitario cercano en donde se llevará a cabo el tratamiento médico que corresponda en función de la clínica.
Para evitar esta patología se deberán seguir los siguientes consejos: Nunca zambullirse de sopetón en el agua, especialmente después de haber realizado ejercicio físico o si se ha estado al sol durante un largo periodo, siendo recomendable introducirse poco a poco en el agua para que el organismo se vaya acostumbrando; esperar, después de la ingestión de alimentos, un tiempo prudencial para bañarse según lo que se haya ingerido y su cantidad. En general un tiempo de 2 a 3 horas puede ser más que suficiente.
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