En la actualidad los ordenadores, las tabletas o los móviles se han incorporado a nuestra vida. Ya sea en el trabajo, en el colegio o en nuestra casa se utilizan diariamente.
La mayor parte de los síntomas que dan lugar este síndrome de la pantalla de visualización o, simplemente, síndrome de la pantalla del ordenador están relacionadas con las horas que pasa uno frente a la pantalla, así como con la concentración y atención que se necesita.
Las manifestaciones pueden ser variadas. Por orden de frecuencia y, generalmente, de presentación
pueden ser: visuales (visión borrosa, lagrimeo, fotofobia, visión doble), oculares (dolor ocular, sensación de cuerpo extraño, sequedad, enrojecimiento quemazón ,pesadez), sistémicos (dolor de cabeza, náuseas, vértigo), musculoesqueléticos (rigidez o dolor en hombros, espalda cuello, brazos mano) y cutáneos (sensación de quemazón o picor en la cara, eritemas, rosácea).
Existen causas y factores favorecedores de estos síntomas y, en muchas ocasiones resulta difícil establecer su origen. Entre las causas podemos citar los defectos refractivos mas corregidos, un ambiente mal iluminado o unas condiciones ergonómicas no propicias, y el estado de salud. Entre los factores favorecedores se encuentran la exposición ocular a la pantalla, la disminución de la frecuencia del parpadeo y la disminución del lagrimeo.
Entre las soluciones para evitar este síndrome se encuentran las siguientes: vigilar el grado de humedad de la habitación, evitar el humo del tabaco, utilizar una iluminación ambiental adecuada, preferiblemente indirecta, hacer pausas de 10 minutos por cada hora de trabajo frente al ordenador, utilizar una silla ergonómica, colocar el borde superior de la pantalla del ordenador a la altura de los ojos y situarse a 50-70 cms de distancia y utilizar material de alta calidad. Además de todo esto habrá que corregir los defectos de refracción existentes, tratar la sequedad con lagrimas artificiales y tratar todos aquellos procesos conjuntivales existentes, tratar enfermedades o procesos coexistentes (enfermedades autoinmunes, problemas psicológicos o menopausia), y vigilar tratamientos en curso, sobre todo, con psicotropos, antipertensivos, tratamientos contra el acné, utilización de colirios y antihistaminicos.
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