En 1.875, CHARCOT (médico francés, uno de los fundadores de la Neurología moderna) informó por
primera vez, sobre la creciente parálisis, de un hombre que había padecido poliomielitis en su infancia.
La polio afectó a muchas personas en nuestro país hasta 1.976, año en el que, con la extensión de la
vacuna, comenzó a erradicarse. En la actualidad las personas con secuelas de polio son casi 300.000.
La incidencia del síndrome post-polio, denominado también efectos tardíos de la polio, atrofia muscular
postpolio y atrofia neuromuscular postpoliomielítica. puede estar entre el 20-80%, y aparecer entre 25 a 40 años después del ataque del virus, sin descartar que pueda aparecer antes o después de estos años. El síndrome post-polio puede presentarse tras una caída, un período de reposo, por un accidente leve o con la
aparición de otros problemas médicos.
El síndrome postpolio es un complejo sintomático que consiste en fatiga progresiva, debilidad muscular y dolor que aparece varias décadas después del episodio de polio paralítica. Asimismo, aunque con menor frecuencia, se describen la presencia de atrofia muscular, dificultad para respirar y tragar, trastornos del sueño o intolerancia al frío. Según un estudio de la Agencia de Evaluación de Tecnologías Sanitarias y el
Instituto de Salud Carlos III, los síntomas son variados e inespecíficos aunque pueden agruparse en dos grandes categorías: musculoesqueléticos y neurológicos y algunos, como la debilidad y la fatiga, aumentan con la actividad física.
La causa del síndrome no está clara, aunque se asocia con la degeneración gradual de unidades motoras que, "tras sobrevivir al episodio agudo de polio, han quedado operativas durante décadas bajo una sobrecarga física y funcional". Otras hipótesis advierten del efecto del envejecimiento y la pérdida de neuronas a partir de los 60 años sobre una motoneurona lesionada por el virus.
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