Entre los distintos tipos de personalidad hay uno al que cuesta especialmente lograr autojustificación. Es el que corresponde a la llamada Personalidad Anancástica muy emparentada con el espectro psicopatológico obsesivo. Se dice que una persona es un anancástico cuando presenta ciertos rasgos de carácter obsesivo como perfeccionismo, minuciosidad, hiperresponsabilidad, tendencia al control y la previsión, sentido exacerbado de la justicia, exigencia excesiva consigo y con los demás, amante exagerado del orden, etc.
El perfeccionismo es un sindrome que ya tiene en su haber un sin número de libros, tratados y terapias; por las implicaciones conductuales, la afectación de las relaciones y de la productividad, tanto de la persona que lo padece, como de aquellos que la rodean.
Los trastornos de la peronalidad muestran una prevalencia del 5% de la población. El síndrome del perfeccionista, alcanza entre el 7 y el 12% de esta población, siendo mayor la prevalencia en las mujeres.
Como conducta nociva, el Perfeccionismo incide en procesos psicosomáticos (Ansiedad, Depresión, Fibromialgia). El perfeccionista sufre y hace sufrir.
En realidad, el perfeccionismo puede ser el obstáculo que anula la habilidad para lograr que todo vaya bien. Es una carga que nos cuesta muy caro: en ella se nos van la autoestima, la creatividad, la capacidad de desempeño, los talentos, la energía, las relaciones, la salud y la capacidad de disfrutar de la vida profundamente.
La perfección no existe, lo único que podemos llegar es al progreso. Por lo tanto, la perfección es una meta imposible. El diccionario médico Merriam-Webster’s lo resume bastante bien: “La inclinación a considerar inaceptable cualquier cosa que no sea perfecta, especialmente fijarse metas de una exigencia poco realista acompañado de la inclinación a considerar que no lograrlas es inaceptable y que es señal de falta de valía personal”.
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