Es más frecuente en las personas entre 40 y 60 años de edad, siendo las mujeres más afectadas que los hombres.
No se han encontrado las causas de este síndrome y no hay pruebas de laboratorio específicas para diagnosticarla directamente. Su diagnóstico esta basado en la valoración de la sintomatología y su tratamiento esta basado en el manejo de algunos de sus síntomas.
Esta afección puede durar años y en ocasiones puede producir una discapacidad grave.
Algunas de las razones de no llegar a su diagnóstico están basadas en el acceso limitado a la atención médica y a la falta de educación de esta afección de los profesionales sanitarios.
La disminución de la capacidad de llevar a cabo actividades habituales antes de la enfermedad acompañas de cansancio extremo, el empeoramiento de los síntomas después de una actividad física o mental que no hubiera causado antes de la enfermedad, la no reparación tras el sueño o la aparición de dolor sin una causa que lo justifique pueden ser circunstancias, entre otras, que nos pongan en camino de reconocer esta enfermedad.
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